Las inversiones arriesgadas son estrategias de inversión que buscan maximizar la rentabilidad, asumiendo altos niveles volatilidad. A diferencia de las inversiones conservadoras, que priorizan la seguridad del capital, y de las moderadas, que equilibran estabilidad y crecimiento, las arriesgadas se enfocan en obtener retornos superiores, aceptando la posibilidad de pérdidas significativas en el corto plazo. Su objetivo es lograr un crecimiento acelerado del patrimonio, aunque con una exposición considerable a la incertidumbre del mercado.
En la práctica, una estrategia arriesgada concentra buena parte de sus recursos en activos de renta variable y alternativos. Esto puede incluir acciones de empresas tecnológicas o emergentes, ETFs sectoriales, criptomonedas u otros. Estos instrumentos ofrecen oportunidades de grandes retornos, pero también implican la posibilidad de caídas. La clave está en la diversificación: distribuir el riesgo en diferentes instrumentos, sectores y mercados para aumentar las probabilidades de éxito.
Los inversionistas con perfil arriesgado suelen tener alta tolerancia a la volatilidad y entienden que las fuertes fluctuaciones forman parte del proceso. Están dispuestos a soportar periodos prolongados de pérdidas temporales con la expectativa de que, a largo plazo, los retornos compensen ampliamente los riesgos asumidos. Este perfil requiere disciplina, paciencia y una visión clara de sus metas.
Las inversiones arriesgadas representan una alternativa con un buen potencial de crecimiento, pero con un riesgo más elevado que otros perfiles. Son ideales para quienes buscan aumentar su rentabilidad a largo plazo, tienen la capacidad de tolerar pérdidas en el corto plazo y desean participar en sectores innovadores o mercados internacionales. No son inversiones estables, pero pueden entregar buenos resultados potenciales a quienes lo manejan de forma estratégica.
La volatilidad podría explicarse como la rapidez y magnitud con que cambia el valor de un instrumento en el tiempo. En el caso de las inversiones arriesgadas, estas variaciones suelen ser más intensas que en instrumentos conservadores o moderados.
Esta volatilidad genera oportunidades de obtener grandes ganancias en el corto plazo, pero también puede exponer al inversionista a pérdidas significativas.
Los inversionistas arriesgados aceptan esta característica porque saben que, en horizontes largos, las subidas pueden superar las caídas y entregar rendimientos atractivos.
El rasgo más atractivo de las inversiones arriesgadas es su capacidad de generar retornos potenciales más altos que otros tipos de estrategia de inversión, como la conservadora y moderada. Este potencial no se da de forma uniforme, ya que depende de los mercados, sectores y del momento del mercado.
El elevado potencial de rentabilidad no significa que los resultados estén asegurados, sino que el rango de resultados posibles es mucho más amplio que en inversiones conservadoras. Para el inversionista arriesgado, la relación entre el riesgo y el retorno es la clave: aceptar pérdidas en ciertos momentos para capturar grandes ganancias en otros.
Las inversiones arriesgadas necesitan tiempo. Su naturaleza volátil y su exposición a riesgos hacen que no sean adecuadas para quienes necesiten de liquidez a corto plazo. En cambio, son recomendables para horizontes de inversiones largo de más de cinco años. Esto se debe a que, en plazo cortos, la volatilidad puede generar pérdidas, pero en el largo plazo la inversión tendría tiempo de recuperarse.
Históricamente, los mercados bursátiles han demostrado que a pesar de las crisis temporales, los índices globales tienden a crecer con el paso de los años. Esto significa que un inversionista que está dispuesto a esperar tiene más posibilidades de beneficiarse de los ciclos positivos del mercado.
Los activos de renta variable ofrecen un potencial de crecimiento mayor que los instrumentos tradicionales, sin embargo, también son más inciertos y depende de factores como el ciclo económico, la innovación o la confianza del mercado. Esto significa que el inversionista arriesgado debe estar preparado para enfrentar subidas, pero también posibles caídas.
La diversificación dentro de este universo es fundamental. Aunque cada activo puede ser riesgoso por sí mismo, al combinarlos se aumenta la probabilidad de que algunos entreguen mejores retornos potenciales cuando otros caigan. De esta forma, los portafolios arriesgados no sólo buscan rentabilidad máxima, sino también equilibrar las fuentes de riesgo dentro de una estrategia.
Ofrecen un potencial de rentabilidad muy superior al de perfiles conservadores o moderados. Una acción o ETF vinculado a empresas tecnológicas o de innovación en crecimiento podrían duplicar su valor en unos pocos años. Esta posibilidad de generar buenas ganancias es lo que hace que muchos inversionistas, con una alta tolerancia al riesgo, opten por este tipo de estrategia.
Por ejemplo, la inteligencia artificial, la energía limpia o la biotecnología son industrias que han transformado mercados enteros y han creado grandes oportunidades para los inversionistas que apostaron por ellas en etapas tempranas.
Este crecimiento se da gracias a la capacidad de capturar ciclos alcistas del mercado. En periodos de expansión económica, los instrumentos arriesgados tienden a aumentar de forma notable en comparación con otros activos. Así, quienes invierten con visión de largo plazo, pueden llegar a multiplicar su capital en algunos años. Un ejemplo es el desempeño del S&P 500, quienes invirtieron en este índice tras la crisis del 2008 y mantuvieron su inversión hasta 2020, multiplicaron varias veces su capital.
Las inversiones arriesgadas suelen considerar dentro de su estrategia sectores emergentes con un enorme potencial de crecimiento. Por ejemplo, la inteligencia artificial, la biotecnología, energías renovables, la robótica, el e-commerce y las criptomonedas, las que han entrado también al mundo de los ETFs. Estas industrian ha mostrado un impacto en la forma en que vivimos, trabajamos y consumimos. Invertir en ellas no es sólo una apuesta, también es una forma de participar en la transformación de la economía y el mundo.
Una de las ventajas menos evidentes pero muy importantes de las inversiones arriesgadas es su capacidad de proteger y aumentar el poder adquisitivo del dinero frente a la inflación en el largo plazo. La inflación es el “enemigo silencioso” del ahorro, ya que reduce el valor real del dinero con el tiempo. Instrumentos conservadores como los depósitos a plazo, en contextos inflacionarios, muchas veces no logran superarla.
La mayor desventaja de las inversiones arriesgadas es el riesgo de enfrentar pérdidas significativas en el corto plazo. La volatilidad, que en ciertos momentos puede entregar grandes ganancias, también puede generar caídas importantes en cuestión de días o semanas. Este riesgo no es sólo económico, también es emocional. Muchos inversionistas no toleran las caídas temporales y terminan vendiendo todo por pánico, consolidando sus pérdidas y renunciando a un posible repunte.
La volatilidad no siempre refleja un mal desempeño. Muchas veces es simplemente parte del ciclo natural del mercado. Los inversionistas arriesgados aceptan esta característica, ya que saben que —en horizontes largos de tiempo, las subidas pueden superar las caídas y entregar rendimientos atractivos.
Sólo funcionan bien con un horizonte de inversión largo y un compromiso firme de mantener la estrategia a pesar de la volatilidad. Las fluctuaciones extremas pueden generar resultados negativos en el corto plazo, y vender en ese momento significa asumir pérdidas que quizás se recuperarían con el tiempo. Por eso, un inversionista arriesgado debe tener la disciplina de mantener sus activos durante años, incluso cuando los mercados caigan.
Las inversiones arriesgadas pueden generar expectativas poco realistas. Los altos retornos obtenidos en ciertos periodos, pueden dar la falsa impresión de que las ganancias serán permanentes y fáciles de replicar. El exceso de confianza es especialmente peligroso en mercados altamente especulativos como las criptomonedas. Sin una visión realista de los riesgos y posibles escenarios, el inversionista puede quedar atrapado entre la euforia de las ganancias y el pánico de las pérdidas.
Un inversionista con un perfil arriesgado puede invertir en un portafolio diversificado de ETFs, que entreguen exposición a sectores de alto crecimiento y gran volatilidad. En el ámbito de las criptomonedas, existen fondos como el ProShares Bitcoin Strategy ETF (BITO) y Amplify Transformational Data Sharing ETF (BLOK), que permiten participar del desarrollo de la tecnología blockchain y del precio del Bitcoin de manera regulada. Aunque sus movimientos son extremos, representan una forma de acceder a un mercado innovador con enorme potencial a largo plazo.
En el sector tecnológico, el Invesco Nasdaq 100 ETF (QQQM), que replica al Nasdaq-100, concentra a gigantes como Apple, Microsoft, Nvidia y Meta, empresas líderes en innovación global. Este fondo ofrece un crecimiento atractivo, pero también está expuesto a las bruscas variaciones propias de la industria tecnológica. En paralelo, los ETFs de energías renovables, como el First Trust NASDAQ Clean Edge Green Energy (QCLN), apuestan por la transición hacia energías limpias, una tendencia mundial con gran proyección, aunque sensible a cambios regulatorios y tecnológicos.
Finalmente, el SPDR Portfolio S&P 500 ETF (SPLG) entrega exposición a las mayores empresas de Estados Unidos. Si bien es más diversificado, sigue siendo considerado de riesgo al depender directamente de la evolución de la renta variable global.
Invertir en portafolios que incluyan grandes empresas del mundo, criptomonedas, el sector tecnológico, energías verdes u otros son estrategias con tendencias más arriesgadas, con gran potencial de rentabilidad, pero también con alta exposición a la volatilidad de los mercados internacionales.
En el mercado local, un perfil arriesgado puede optar por acciones individuales de empresas chilenas, que presentan alta sensibilidad a los ciclos económicos internos y a factores globales. Un ejemplo clásico es SQM, cuya rentabilidad depende del precio internacional del litio. En épocas de fuerte demanda por electromovilidad, la acción puede dispararse, pero también desplomarse si los precios caen o aumentan las regulaciones. Algo similar ocurre con Cencosud y Falabella, ambas ligadas al consumo y al retail. Cuando la economía crece, su valor bursátil se expande, pero en periodos de desaceleración pueden perder parte de su valor en poco tiempo.
Otro caso es CAP, una empresa minera y siderúrgica cuya cotización se mueve al ritmo de los precios del hierro y el acero en los mercados internacionales, lo que la hace altamente volátil. Finalmente, compañías como Enel Chile, ligadas al sector energético, también enfrentan riesgos relevantes, ya que dependen tanto de las condiciones regulatorias como de los costos de generación. Invertir en estas acciones significa asumir fluctuaciones marcadas en el corto plazo, pero también la posibilidad de capturar oportunidades atractivas cuando los sectores a los que pertenecen atraviesan ciclos positivos.
Hoy en día existen fondos mutuos que permiten invertir en acciones de empresas nacionales de manera más diversificada. Estos instrumentos ayudan a atenuar parcialmente el riesgo de invertir en una sola compañía, ya que distribuyen el capital en distintos sectores de la economía y permiten aprovechar oportunidades de crecimiento en varias industrias. Sin embargo, siguen siendo estrategias de alto riesgo y pensadas para el largo plazo, pues el mercado accionario chileno aún presenta características propias de un mercado emergente, con mayor volatilidad e incertidumbre.